Desde fines de la década de 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió el envejecimiento activo de la siguiente manera: «Proceso en que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen». Este concepto permite que los adultos mayores «tomen conciencia de su potencial de desarrollo físico, social y mental a lo largo de la vida y que puedan participar en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, deseos y capacidades, proporcionándoles adecuada protección, seguridad y cuidado cuando requieran asistencia».
Profesionales de la Salud manifestaron sus opiniones en el XXXVI Congreso Argentino de Psiquiatría (APSA 2023) realizado en abril del corriente año. Entre ellas, el «envejecimiento activo» propuesto por la OMS implica que los adultos mayores realicen actividad física y sean dinámicos, independientes y participativos. Un concepto bien intencionado, pero poco realista, que podría impactar en el ánimo de individuos con limitaciones psicofísicas propias de la edad avanzada y que no considera las diversidades individuales y culturales.
El organismo aclara que la palabra «activo» se refiere a la participación continua en las actividades sociales, económicas, culturales, espirituales y asuntos cívicos, no solo a la capacidad de ser físicamente activo o participar de la fuerza laboral. «Sin embargo, en la práctica los programas de envejecimiento activo invariablemente promueven la actividad física y el ejercicio por sus beneficios sociales y de salud, a pesar de la falta de evidencia para sustentar esa afirmación», señaló la socióloga Elizabeth Pike, directora de la Unidad de Investigación en Deporte, Actividad Física y Envejecimiento de la University of Hertfordshire, en Hertfordshire, Reino Unido.
«El concepto de envejecimiento activo, como está planteado, presenta aristas que pueden resultar quizás un poco problemáticas», señaló Mariana Pedace, psicóloga del servicio de Terapia Intensiva de Adultos del Hospital Italiano de Buenos Aires y referente del área Adultos Mayores de la asociación civil Proyecto Suma, en Buenos Aires. A su vez destacó que «Cada cultura tiene distintos valores. La propuesta de buen envejecimiento en términos de actividad, autonomía y actitud alegre y jovial tiene que ver claramente con valores occidentales capitalistas. En culturas orientales las personas mayores ocupan un lugar que tiene que ver con la experiencia y la sabiduría, pero además exhiben una actitud contemplativa, que está bien vista. Están insertos en el seno de la familia, con el papel de orientar y aconsejar a las personas más jóvenes».
Pedace añadió que otra dificultad del programa de envejecimiento activo es que parece invisibilizar algunas características propias de la vejez, como cambios físicos, cognitivos y emocionales que pueden dar lugar a una reducción de la actividad y que en esa etapa vital no es algo patológico, sino idiosincrático.
«El ejercicio no debe ser una imposición. Si una persona nunca caminó en su vida, no haré que camine solo porque se lo indique. Quizá su bienestar radique en tener un encuentro con sus nietos o compartir una lectura con alguien. Creemos que el bienestar está asociado con la movilidad, pero para que la persona se mueva necesita una motivación. Y hasta que no lo logre no habrá un cambio», manifestó la Dra. Carolina Díaz, geriatra, directora médica del Centro Hirsch de cuidado y rehabilitación de personas mayores en San Miguel, Argentina, donde viven 180 residentes con una edad promedio de 82 años.
La especialista añadió que una clave fundamental para que los profesionales de la salud promuevan el ejercicio en el adulto mayor consiste en saber escuchar e identificar aquellas situaciones que motivan a la persona para hacerlo. Se requiere armar un vínculo médico-paciente y estructurar un plan de intervención centrado en la persona.