La Enfermedad de Alzheimer (EA) se considera la nueva epidemia del siglo XXI , es la principal causa de demencia a nivel mundial y su prevalencia aumenta con el envejecimiento poblacional.
Otros tipos de demencia son: la Demencia Vascular, la Demencia por Cuerpos de Lewy y un grupo de enfermedades que pueden contribuir a la Demencia Frontotemporal (degeneración del lóbulo frontal del cerebro).
La demencia es la pérdida del funcionamiento cognitivo (pensar, recordar y razonar) y de las habilidades de comportamiento hasta tal punto que interfiere con la vida diaria y las actividades de una persona. Varía en gravedad desde la etapa más leve, cuando apenas comienza a afectar el funcionamiento de una persona, hasta la etapa más grave, cuando la persona debe depender completamente de los demás para realizar las actividades básicas de la vida diaria.
Hasta la fecha no se dispone de un tratamiento eficaz que pueda curar esta enfermedad o revertir su evolución.
Hoy día se están llevando a cabo estudios epidemiológicos con el fin de identificar factores de riesgo asociados con la EA o que predispongan a su desarrollo. Aunque la edad es el principal factor de riesgo de demencia, la EA no es una consecuencia inevitable del envejecimiento.
Entre los factores de riesgo predisponentes podemos mencionar ademas de la edad, la presencia de carga genética de apolipoproteina E (APO E4), padecer Deterioro Cognitivo Leve con alteraciones de memoria, sufrir un traumatismo craneal grave; los factores vasculares , la dieta, el estilo de vida, el estatus socioeconómico, el consumo de alcohol excesivo, etc.
Dentro de los factores MODIFICABLES se pone énfasis en el rol que desempeña el cambio de hábitos y estilo de vida, entre ellos, la adopción de una «Dieta Saludable».
La evidencia científica muestra que durante el desarrollo y el envejecimiento los componentes de la dieta influyen en las funciones cognitivas y pueden prevenir o retrasar el deterioro cognitivo asociado a la edad y a enfermedades como el Alzheimer.
Se sabe que los alimentos influyen en diversos aspectos del comportamiento, entre ellos, las sensaciones, las percepciones, el estado de ánimo y diversas funciones mentales, tales como el estado de alerta, la memoria, la atención y la velocidad de reacción.
Es importante distinguir entre 2 tipos de efectos producidos por los alimentos:
Efectos inmediatos: como la velocidad de reacción, la atención focalizada, el apetito y la saciedad, y
Efectos a largo plazo: como los cambios de la memoria y de los procesos mentales debidos al envejecimiento fisiologico.
Grasas saturadas y grasas trans
El 60% del peso seco del cerebro está constituido por lípidos. El 50% de los ácidos grasos (AG) de la sustancia gris son poliinsaturados (AGPI), el 30% de los cuales son del tipo de AG de cadena larga omega-3 (AG omega-3).
Los lípidos de la dieta determinan la composición y función de las membranas celulares, su fluidez, los procesos inflamatorios, la coagulabilidad sanguínea y presencia o no de aterogenicidad.
Todos ellos son factores que han sido implicados en la función cognitiva.
Los AG y el colesterol tienen un papel relevante en la regulación de las propiedades fisicoquímicas de la membrana celular.
A mayor proporción de colesterol y AG saturados (AGS) y menor proporción de AG insaturados (AGI), mayor rigidez y menor permeabilidad, plasticidad y fluidez tendrán las membranas.
La fluidez de las membranas es fundamental para cumplir con su función, propiedad especialmente crítica en las células cerebrales. Cabe destacar el carácter especialmente aterogénico de los AG trans (alimentos procesados, obtenidos tras un proceso de hidrogenación parcial de AGPI).
Los AGPI, como los aceites de semillas y, especialmente, los AG monoinsaturados (AGMI), como el aceite de oliva, previenen la formación de placas de ateroma por su efecto sobre el metabolismo de las lipoproteínas plasmáticas, la agregación plaquetaria y la tensión arterial.
Se han publicado 5 estudios epidemiológicos sobre la ingesta de colesterol y de lípidos según su grado de saturación, versus el deterioro cognitivo y EA.
Los 3 estudios más importantes (el estudio Chicago Health AP, el estudio de Rotterdam y el estudio de Nueva York) muestran que una ingesta elevada de AGS y AG trans incrementa el riesgo de deterioro cognitivo y demencia en personas mayores, mientras que una ingesta elevada de AGPI y AGMI tendría una acción protectora.
Los AGPI omega-6 (ácido araquidónico) y omega-3 (ácidos eicosapentaenoico [EPA] y docosahexanoico [DHA]) constituyen más del 30% de la estructura lipídica del cerebro.
A diferencia de otros AG, estos son esenciales y deben estar presentes en nuestra dieta. Ejercen sus funciones metabólicas en la estructura fosfolipídica de la membrana celular y se concentran fundamentalmente en los conos de crecimiento axonal y en las vesículas sinápticas.
Diversos estudios epidemiológicos han demostrado que los AGPI omega-3 tienen una función protectora en las enfermedades cardiovasculares, en el riesgo de accidentes cerebrovasculares isquémicos y en la reducción del riesgo vascular por sus efectos antiarrítmicos, antitrombóticos, antiinflamatorios y antiaterogénicos, en los niveles de triglicéridos séricos y en la tensión arterial.
Considerando que los AG omega-3 reducen la síntesis de citocinas proinflamatorias, protrombóticas y vasoconstrictoras, se plantea la posibilidad de que pudieran disminuir el número de casos de demencia vascular y EA, al actuar sobre los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Las fuentes alimentarias más ricas en AG omega-3 son las algas, los pescados de aguas frías (atún, bonito, cazón o tiburón, salmón) y los pescados azules.
La segunda fuente alimentaria más importante de AG omega-3 son los frutos secos, el aceite de linaza y las semillas de lino y calabaza, que contienen especialmente alfa-linolénico. Con el fin de cubrir la ingesta diaria recomendada de EPA y DHA, la mayoría de los organismos internacionales recomiendan consumir pescado 2 veces por semana o más.
Dieta Mediterranea
El patrón de la dieta mediterránea incluye la mayoría de los componentes nutricionales que podrían ser potencialmente beneficiosos para prevenir o enlentecer el deterioro cognitivo: ingesta elevada de verduras, frutas, cereales y legumbres, ingesta elevada de AGI (especialmente AGMI procedente del aceite de oliva) y baja de AGS (8% o menos de la ingesta calórica diaria), resultado de una moderada ingesta de pescados y frutos secos, baja a moderada de lácteos y carnes blancas y baja en carnes rojas y derivados, así como ingesta moderada y regular de vino.
Vegetales, legumbres (arvejas, porotos y lentejas) frutas y cereales en granos enteros
Son los alimentos principales o básicos de la dieta ?5 al día?, lema promovido por la Organización Mundial de la Salud desde 1990, que aconseja el consumo de al menos 400 g (5 porciones) de frutas y hortalizas al día con el fin de prevenir enfermedades crónicas.
La evidencia a su favor es más o menos concluyente para la enfermedad coronaria, el accidente cerebrovascular y el cáncer.
Desde una perspectiva etiológica, el consumo de frutas y vegetales puede influir en la EA por diferentes mecanismos.
Las frutas y vegetales contienen elevadas de vitamina C, vitamina E, oligoelementos, fibras dietarias, flavonoides, beta-carotenos y otros fitoquímicos. Estos compuestos ejercen su acción por diferentes mecanismos, p. e., modulación de enzimas detoxificantes, estimulación del sistema inmune, regulación de la síntesis de colesterol y acción antibacteriana, antioxidante y neuroprotectora.
Con la creciente incidencia de las demencias a nivel mundial, es necesaria una mejor comprensión de la real función preventiva de estos alimentos.
La intervención que hasta la fecha ha dado resultados en la protección frente a la demencia y la EA es la basada en un estilo de vida saludable, en el que la dieta desempeña un papel muy importante y está caracterizada por el consumo de alimentos citados anteriormente.
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